Educación financiera. Caso práctico: la paga semanal (primera parte)

Hace unas semanas destacábamos en este mismo espacio la importancia esencial de la educación financiera de nuestros niños y adolescentes. Decíamos entonces que debemos prepararlos para gestionar sus responsabilidades financieras, proporcionándoles el conocimiento y las habilidades necesarias que aseguren una correcta transición hacia su independencia económica. Apuntábamos también que es necesario hacerlo de manera práctica, imaginativa y motivadora, utilizando su lenguaje, herramientas y códigos de conducta. En el futuro, ello les conducirá a mejorar sus hábitos de ahorro, a gastar de manera más productiva, segura y responsable, así como a endeudarse con fundamento.

Hoy voy ofrecerles un ejemplo de este enfoque práctico, que propongo en mi taller de finanzas personales. Se trata de enseñar a chicos y chicas de instituto (jóvenes de clase media) cómo gestionar su paga semanal/mensual. Algo que parece muy sencillo pero que muchos adolescentes no consiguen hacer nada bien.

La mayoría de nuestros jóvenes, criados en la economía de la abundancia, son del género consumista e impaciente. Lo quieren todo, y lo quieren ya. Si no han sido educados en la ética del esfuerzo, del sacrificio, cualquier dificultad les provoca frustración e ira.

La primera parte del aprendizaje consiste, por tanto, en que los participantes comprendan el concepto de escasez. Deben entender que conseguir una cosa o satisfacer un deseo tiene un coste, y que los recursos disponibles para ello son, en la mayoría de los casos, limitados.

La fuente de esos recursos son, cómo no, los padres. Hablar de ellos (bien o mal) siempre les interesa. Una buena forma de empezar es plantearles un caso práctico:

–  Imagino que todos tenéis una asignación semanal o algo parecido. Un dinero que recibís de vuestros padres para poder realizar determinadas actividades o comprar cosas que os interesan y os proporcionan bienestar. Ahora suponed que empezáis a gastar más de lo que os damos: fundís el saldo del  teléfono, adquirís caprichos innecesarios, invitáis siempre a vuestros amigos y dejáis dinero a deber en la cantina del instituto o en el quiosco de la esquina. De repente, os habéis quedado sin un euro, y ¡vaya! acabáis de ver una camiseta que os encanta o queréis asistir al concierto de vuestro grupo preferido. ¿Qué hacéis?

La respuesta más usual es ésta:

– Hombre, pues pedir más dinero. Nunca nos dais suficiente.

En este punto abordamos una cuestión esencial.

– ¿Suficiente? Pero ¿cómo sabéis si lo que os damos es mucho o poco? ¿Comparándolo con vuestro colegas? ¿Creéis que es correcto?

El hecho que se evidencia a continuación es el desconocimiento que casi todos tienen sobre los ingresos familiares. He podido comprobar como la mayoría de alumnos no saben nada del presupuesto de sus hogares, no son conscientes de lo que gastan ellos de ese presupuesto, ni tampoco conocen el resto de obligaciones financieras que afrontan sus padres. Muchos se han acostumbrado a recibirlo todo (estudios, ocio, ropa, accesorios…) como una especie de maná caído de un cielo indeterminado, sin preocuparse de si es mucho, poco o demasiado, o de si supone sacrificios personales para sus progenitores. Esa ignorancia es la causa inmediata de muchos quebraderos de cabeza para toda la familia.

Por consiguiente, el primer paso consiste en explicarles los ingresos y los gastos de un presupuesto familiar medio. Les aseguro que construir con ellos ese presupuesto a base de preguntas y respuestas les resulta al principio curioso y divertido (no imaginan las ocurrencias y barbaridades que pueden escucharse), pero acaban finalmente absorbidos e impactados por la sorpresa y el desconcierto. Nada mejor que hacer números entre todos para comprender la realidad financiera de cada casa. De repente, todo se ve de otra manera. Es el momento de seguir:

– Bien, ya sabéis la pasta que puede quedar normalmente disponible para vosotros. Ahora os haré otra pregunta. Suponed que vuestros padres andan justos de dinero, pero que todavía pueden daros algo más. ¿Qué haríais vosotros en su lugar? ¿Aumentarías la asignación? ¿Prestaríais dinero a un manirroto?

En general, salvo excepciones, todos los participantes suelen llegar a la misma conclusión: antes de ordeñar más la vaca familiar, primero hay que saber manejar la asignación actual y ganarse la confianza de los mayores.

Aquí empieza la segunda parte de la sesión, en la que se trabaja sobre el coste de oportunidad. Elegir significa renunciar, y ello implica aprender que a menudo resulta necesario desistir de apetecibles pequeñeces para disfrutar de cosas más importantes o apetecibles. De lo contrario no se optimizan los recursos y se acaba  despilfarrando el dinero.

Pero eso será el tema de nuestra próxima entrada. Hasta entonces, no está de más que reflexionen sobre lo tratado hoy y, si les parece útil, traten de aplicarlo en su entorno inmediato. Sus hijos se lo agradecerán. Su economía, también.

Sebastián Puig Soler
Analista, escritor y conferenciante
Escribe habitualmente en su blog “Esto Va de Lentejas”
Puedes seguirlo en Twitter en @Lentejitas

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One Comment


  1. Adriano Rodriguez

    7 enero, 2018 at 11:00 pm

    Excelente felicitaciones por tu blog y artículos, es una información esencial para evitar tanto dolor de cabeza ya que jamas fuimos educados financieramente, siempre estuvimos al vaivén de las crisis, felicitaciones, tiene libros sobre esto ,graciasAdriao

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