Incentivos fiscales europeos contra la obsolescencia programada

La Unión europea quiere acabar con el modelo de consumo que ha provocado en las últimas décadas la obsolescencia programada y que ha inspirado entre los consumidores el popular  axioma comercial: “te sale más barato comprar uno nuevo que arreglar el viejo”. En pos de una economía más sostenible, la Eurocámara pretende incentivar a las empresas para que dejen de fabricar productos de corta duración.

El objetivo de esta nueva campaña es disuadir a las empresas de producción para que no sigan propiciando la obsolescencia programada, que en cierto modo es un fraude para el consumidor, y además resulta poco sostenible a nivel global, ya que no se le sacan a los materiales y a las energías todo su potencial y durabilidad, provocando de este modo un mayor consumo de recursos. Por ello, una de las medidas dentro de esta nueva tendencia de la política de consumo es también la de impulsar las opciones de reparación frente a las de sustitución.

Incentivos para que los productos duren más

Medidas contra la obsolescencia programada

Entre las medidas que propone la comisión europea para el consumo se encuentra la de ampliar los tiempos de garantía de los productos. Tal sería el caso, por ejemplo, cuando la reparación de un dispositivo dura más de un mes. Desde Europa reclaman que cuando esto ocurra, la garantía debería ser extendida ese tiempo que no tengamos el dispositivo.

Se proponen incentivos fiscales para fabricar dispositivos duraderos, de calidad y de fácil reparación (establecer un criterio de resistencia homologado). También quiere fomentarse la venta de segunda mano, que alargue de este modo la vida útil de los productos; y garantizar que siempre haya piezas de reparación disponibles y a un precio adecuado, de modo que el consumidor no se vea abocado a echar mano del axioma anteriormente expuesto, y optar por comprar en vez de arreglar.

Además, desde Bruselas quieren exigir también que exista siempre la opción de optar por un reparador independiente. Es decir, que no dependamos exclusivamente del fabricante o concesiones oficiales, que suelen resultar mucho más caros y no necesariamente más eficientes.

Otra de las cuestiones que quiere abordar la regulación europea es la de conseguir que los componentes esenciales de los diferentes productos (especialmente en el campo de la electrónica), del tipo baterías o pantallas, sean intercambiables entre modelos y marcas. Eso también supondría un considerable ahorro y fomentaría la sostenibilidad. Así mismo, los fabricantes deberían ofrecer piezas de repuesto.

Por último, la comisión ha solicitado la creación de una etiqueta europea voluntaria que incluya la duración, el diseño ecológico y la posibilidad de reparación del producto.

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