El ahorro energético y la concienciación medioambiental son dos de los principales retos de futuro de nuestra sociedad. Es lógico pensar entonces que dichos desafíos pasan por la educación infantil. Y es por ello que algunos colegios españoles han empezado a experimentar en este terreno y, aplicando un proyecto importado de Alemania, han creado la figura de los ecovigilantes, que velan en las escuelas por que se cumplan los requisitos necesarios para que el centro resulte respetuoso con el medio ambiente y, de paso, se ahorre en la factura de la luz.
El proyecto consiste en crear diferentes patrullas escolares de alumnos que recorren a diario las instalaciones del centro controlando que en todas las aulas y en el resto de dependencias se cumplan los protocolos de ahorro de energía.
Una dinámica que hace partícipes a los alumnos y, por lo tanto, los implica y fomenta sus buenos hábitos medioambientales. Algo que también afecta al resto de la comunidad escolar, ya que el resto de compañeros no son ajenos a la experiencia y aprenden del ejemplo.
Pero es que además, según los impulsores de este experimento ecopedagógico, con la aplicación de este sistema de control se puede llegar a ahorrar hasta 50.000€ en las facturas de la luz en los diferentes centros, pues no se trabaja solo en el plano teórico y formativo, sino que los alumnos implicados ejercen un control real del gasto energético.
En su ronda de supervisión, algunas de las responsabilidades de los ecovigilantes son desconectar todos los equipos electrónicos encendidos o en stand by de las aulas desocupadas, apagar las luces de esas mismas clases, aunque solo estén vacías en el rato del recreo, por ejemplo, y abrir las ventanas para que la luz natural, que es gratuita, sustituya a la eléctrica.
Reciclaje
Las visitas de las patrullas, que van cambiando de miembros según las semanas, se producen sin previo aviso, y de este modo comprueban cual es la realidad de cada clase y los hábitos energéticos de cada una. No sólo en materia eléctrica, sino también en lo que se refiere a gasto de gas (calefacción) o de agua, pues también controlan baños o laboratorios.
Otro de los protocolos que pretende establecerse con este proyecto es el reciclaje, de modo que en cada clase debe haber tres cubos para separar el plástico, el papel y los restos orgánicos. Algo que también verifican los ecovigilantes en su ronda. Tanto la existencia de los cubos como su buen uso.
El ahorro derivado de estas buenas prácticas, aparte de ser beneficiosos para todos desde la perspectiva medioambiental, repercutirá en la comunidad escolar y, por lo tanto, también en los alumnos implicados. El dinero ahorrado, comparando facturas de periodos anteriores, revertirá en los centros, tanto en material como en medidas para mejorar las instalaciones.
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