El ahorro infantil tiene mucho más que ver con la educación que con la economía, y los padres son sus artífices más directos, aunque los niños sean los beneficiarios. Consiste más en fomentar el hábito del ahorro que en acumular monedas en un cerdito hucha. Dinero que procederá siempre de los progenitores (o familiares directos), y que debe venir siempre acompañado de algún tipo de explicación o justificación, aunque esta sea simplemente un premio o un regalo.
Obviamente no existe edad legal establecida para marcar el inicio del ahorro infantil. Cada familia debe considerar cuál es el momento oportuno según sus criterios o valores. Y nada tiene que ver la posibilidad de abrir a los hijos una cartilla de ahorro infantil en una entidad bancaria con el objeto de este artículo, que se refiere a la recepción por parte de los niños de dinero en metálico, del cual muchas veces no conocen aún su valor real.
Y es este uno de los aspectos más importantes en la educación económica infantil, la explicación del concepto básico del dinero, de su uso y de su abuso, de su importancia social (a escala familiar primero y en el entorno escolar, después), y del peligro del consumismo injustificado, al cual son muy proclives los niños por mimetismo o por las inevitables envidias infantiles. No ceder al chantaje del llanto y ser firme en las convicciones de una educación austera y lógica guiada por las necesidades y no por la inercia o los caprichos es una etapa fundamental en la formación “económica” de los más jóvenes y un pilar fundamental de la cultura del ahorro.
Es importante que los padres enseñen a sus hijos a relacionar el dinero con un sitio físico (el concepto bancario es algo abstracto inaccesible a una mentalidad infantil): la hucha. Es allí donde deben depositar sus monedas, y se convierte en su responsabilidad. Deben aprender que no hay que gastarlo todo y, sobretodo, que los gastos deben dosificarse y estar justificados. Comprar por comprar es una tentación común en todos los niños, y tal vez la primera que deben aprender a controlar con ayuda de sus educadores. La negación, acompañada siempre de una explicación, es la enseñanza más importante en esta etapa de aprendizaje.
Nunca debe dársele a un niño dinero en exceso. Eso contribuirá a que no lo valoren en su justa medida y que en el futuro se enfrenten al mercado de consumo sin los límites que marca el sentido común y, muy probablemente, las posibilidades económicas reales de su bolsillo. La formación financiera desde la más temprana edad ayuda a asumir ciertas prevenciones necesarias que evitarán muchos disgustos a la larga. Desde el principio los niños deben saber que “el dinero cuesta conseguirlo, y que no debe despilfarrarse”. Algo que les cuesta entender al principio, pues ellos lo consiguen sin esfuerzo alguno – todos hemos utilizado la frase: “pero tú te crees que tus padres son el Banco de España”-, algo que los padres deben corregir cuanto antes por el bien de ambas partes.
Por el contrario, es muy positivo que los niños inviertan sus ahorros en comprar cosas prácticas, y no sólo caprichos o juguetes, aunque ello pueda ser un premio por su buen comportamiento o, simplemente, por haber sido responsable y haber ahorrado lo bastante. Así pues, es una experiencia muy recomendable hacer que se compren algunos útiles escolares, en vez de financiarlos todos los padres (al fin y al cabo el dinero procede del mismo bolsillo). De ahí derivará la enseñanza de que “con los ahorros se consiguen las cosas que necesitamos en la vida”. Algo que los padres deben reforzar explicándoles, por ejemplo, que de no haber comprado esa libreta o esos lápices de colores, la maestra se hubiera enfadado. La vuelta al cole es un buen momento para llevar a cabo este “experimento”.
Otro ejercicio educativo muy útil es, a partir de según qué edad, darle al niño una cierta cantidad para, por ejemplo, comprar la merienda en el colegio, solicitándole que devuelva el cambio. Un sobrante que después puede ir a la hucha como recompensa al buen uso del dinero. Y en cualquier caso, siempre con dinero tangible (monedas o billetes pequeños) y nunca con una tarjeta de crédito o a través de una cuenta corriente o cualquier otra transacción bancaria por internet.
Asignación semanal
La asignación semanal es otro paso importante en la cultura del ahorro, pues no debe plantearse solo como dinero para los gastos del niño, sino como una primera vía de ahorro. No debe gastarse toda de forma sistemática y sin justificación. La buena práctica puede también ser objeto de gratificación, aunque esta no tiene porqué ser necesariamente económica. Puede ser una recompensa en forma de dulce, de flexibilidad horaria o de consentimiento paterno en algún capricho habitualmente dosificado.
Dar demasiado dinero a un hijo puede conllevar malos hábitos consumistas e incluso afectar al papel social del niño en su entorno, modificando su personalidad o adquiriendo una posición preponderante ajena a sus cualidades o méritos reales, y que a la larga actuarán en su contra.
Desde el principio los niños deben saber que el dinero debe ganarse con esfuerzo y dedicación. Como no se encuentran en una etapa laboral ni entenderían el concepto a según qué edades, hay que explicarles que su trabajo es ahora estudiar y cumplir con las normas y exigencias domésticas y familiares, las cuales, de no ser respetadas, pueden provocar la suspensión de la paga. Pero nunca tocar sus ahorros.
La edad adecuada, según los expertos, para empezar a dar la asignación semanal es a partir de los seis o siete años, que suele coincidir con el inicio de la etapa escolar y cuando los niños empiezan a sumar y restar. Y respecto a la frecuencia, hasta los diez años es conveniente que la paga sea semanal, pues un mes es mucho tiempo para ellos. A partir de esa edad se les puede dar quincenal o mensualmente.
Existen muchas publicaciones infantiles, ya sean cómics o en forma de cuentos, dedicadas al ahorro y la economía en general; y es muy recomendable que los niños puedan acceder a ellas, pues además de fomentar el hábito de la lectura, les inculcarán valores y conocimientos sobre el dinero y el consumo planteados con su lenguaje y desde perspectivas adecuadas a su edad. Eso sí, es recomendable que los padres revisen antes dichas publicaciones, pues como en todo no todas son apropiadas u ofrecen los mínimos cualitativos deseados.
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