¿De qué hablamos en este blog? ¿Qué perseguimos, qué buscamos quienes estas páginas escribimos? Ni más ni menos que ilustrar a quienes a esta bitácora se acercan sobre los claroscuros de la economía. La educación financiera es una de las asignaturas pendientes más importantes que tiene la sociedad de este país.
La economía está continuamente presente a lo largo de nuestras vidas. Desde que nacemos, nos rodea, nos influye y nos determina. Sin embargo, vivimos de espaldas a ella: tanto en el plano político como en el plano personal. Nos preocupamos cuando vemos que viene el lobo: cuando tenemos dificultades para llegar a fin de mes.
En estos años de crisis económica, hemos aprendido a seguir la evolución de la prima de riesgo, que no es otra cosa que el precio que ponen los inversores institucionales al miedo de dejarnos dinero prestado. También hemos seguido con el alma en un puño los datos de la estadística del paro, que ya no la elabora el Inem, sino el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) . Y hemos convivido con el euribor, el índice al que se actualizaban nuestras hipotecas de tipo variable.
Pero no ha sido suficiente. Tenemos una enorme laguna en educación financiera. Y esta laguna ha sido, en parte, la responsable de que se hayan producido atrocidades económicas como la surgida por la burbuja inmobiliaria y financiera… En esos años pensábamos que “los precios del ladrillo no bajaban nunca” o “que nunca se iba a repetir la crisis del 27”. También tienen su parte de responsabilidad en esto los economistas, incluidos los premios nobel, que se han empeñado durante décadas en hablar un lenguaje económico críptico, oscurantista, propio de los alquimistas de la Edad Media y, totalmente, alejado de la sociedad.
¿Educación financiera o “master” en inglés?
Los españoles hemos tenido que lidiar en el foro económico y financiero con un lenguaje hostil, casi extranjero… Un trabalenguas lleno de vocablos como “rating” (tan cacareado por las agencias de calificación de deuda), “ROI” (retorno de la inversión), “default”, “stress test”, “factoring”, “confirming”, “leasing”… Un lenguaje económico colonizado por el inglés que ha alejado la educación financiera y económica de la vida cotidiana. ¡Qué lejos queda un análisis de las “utilities” (servicios públicos, en inglés) en España de la interpretación de la nueva factura de la luz!
A estas patadas foráneas al lenguaje económico se une, como indicábamos más arriba, una falta de diligencia de los expertos a la hora de explicar a la ciudadanía conceptos de economía y finanzas fundamentales para comprender dónde estamos y dónde vamos. Los economistas no saben enseñar la cosa económica o mejor dicho: comunicar.
Por ejemplo, soplan vientos de “deflación” (caída de los precios) y sin embargo nadie ha sido capaz de explicar claramente las consecuencias de este fenómeno económico. Una caída continuada de los precios detrae el consumo porque los ciudadanos se esperan a que bajen más para tomar su decisión de compra. Las empresas bajan su facturación y, consecuentemente, los salarios. Cae el Producto Interior Bruto. Sí, el PIB. El Estado recauda menos impuestos. Pero los intereses de las deudas se mantienen… para todos. La deflación es un peligro porque la gente, las empresas y los países terminan no pudiendo pagar sus deudas.
Hoy son ya varios los ejemplos para intentar que la sociedad española se ponga al día en educación financiera. Finanzas para todos, el portal impulsado por el Banco de España y la CNMV, es un ejemplo que ha sido seguido por elogiables iniciativas privadas, como Domestica tu Economía, o por instituciones sin ánimo de lucro. ¿Pero es lo mismo divulgación que comunicación? ¿Igual de eficiente y eficaz?
En economía, educar es comunicar
A la vista de los resultados, parece que no. La educación financiera precisa de buenos comunicadores para que cale en la conciencia de la ciudadanía. Necesitamos expertos que sepan transmitir ideas con metáforas que aclararen las turbias aguas del lenguaje económico. Al mismo tiempo debemos rechazar, como explica Esclavitud Rodríguez Barcia, directora de la editorial económica Nautebook, conductas como la de Alan Greenspan, tahúr de los mercados financieros durante su mandato en la Reserva Federal, que se jactó de ”decir lo mínimo posible con el mayor número posible de palabras” en sus intervenciones públicas.
¿Qué instrumentos tenemos a nuestro alcance? Internet y la comunicación. La red ha demostrado sobradamente su capacidad de llegar con un volumen ingente de información a todos los rincones, a todos los dispositivos (móvil, tablet, televisión y, dentro de poco, relojes…) del globo. Pero sin unos mensajes comprensibles la educación financiera permanecerá alejada de los foros, de los tablones de las redes sociales y de los blogs financieros. Y hasta que esto no suceda en España, no estaremos libres de no volver a tropezar, en un futuro, en la misma piedra de estulticia financiera.
Promover la educación financiera no es sólo una tarea de cada uno, también es una asignatura pendiente en la clase política y de los agentes sociales. La educación financiera es algo más que el control de las finanzas caseras, aunque debemos empezar por ahí. Es necesaria para participar de la vida democrática de un país. Hoy el discurso político es un discurso esencialmente financiero y económico. Nuestros representantes hablan continuamente de economía: lo hacen cuando se refieren a la sanidad, a la tercera edad, a la educación o a los Juegos Olímpicos. Todo confluye en los Presupuestos Generales del Estado. Parece una perogrullada, pero entendiendo la economía, seremos más libres.
Enlaces relacionados:
Una vida financiera sana empieza por uno mismo
Educación financiera. Caso práctico: la paga semanal (primera parte)
Educación financiera. Caso práctico: la paga semanal (segunda parte)
¿Hasta cuándo durará la crisis? ¿Qué hacer para sobrevivir?
Antonio de Miguel
Periodista y blogger financiero
Puedes seguirlo en Twitter en @AntoniodeMiguel
Leave a Reply