Predicar con el ejemplo. Ese es el gran secreto cuando hablamos de educar a los hijos, pues éstos suelen imitar a sus progenitores de forma innata, mientras que a menudo son reacios a hacer caso de sus consejos. Es decir, nuestras enseñanzas pueden resultar menos eficaces que nuestros buenos hábitos financieros si queremos inculcárselos a nuestros hijos.
Normalmente los hijos adoptarán un modelo muy parecido al de sus padres. Así, si en un hogar no se fomenta el ahorro y se gasta sin control, es muy poco probable que los hijos crezcan convertidos en ahorradores y previsores en cuanto a la economía doméstica se refiere.
Un ejemplo muy ilustrativo sería el de la lectura. Unos padres lectores, solo con el ejemplo, inculcarán la lectura en sus hijos con más eficacia que aquellos que no leen pero intentan que lo hagan.
Es muy importante saber cuál es la imagen que se da y se quiere dar en familia, pues esa será la que adopten los niños de un modo natural. La considerarán lo normal, y por ello la asumirán y la convertirán en sus hábitos financieros comunes.
Hábitos positivos
Pero no se trata solo de actuar de modo ejemplar, pues hay aspectos que los jóvenes no captan o en los que no reparan. Así, es importante inculcar activamente esos hábitos beneficiosos de gestión financiera: ahorro, gasto controlado, comparación de precios en la compra, etc. Del mismo modo que es importante que entiendan que ganar dinero requiere de un esfuerzo, y que hay que establecer necesidades y prioridades a la hora de gastarlo, puesto que no es ilimitado.
Las compras compulsivas son muy habituales en los niños, ya que a sus edades más tempranas tienen muy desarrollado el sentido de la posesión y acaparar es una tentación habitual. Hay que limitar esa tendencia, pero no solo con prohibiciones, sino con la explicación que las justifica. Deben entender por qué no se puede comprar todo y por qué las cosas valen dinero.
También es importante, por ejemplo, involucrar a los hijos, sobre todo a los adolescentes, en la planificación del presupuesto familiar, para que entiendan los objetivos financieros de la familia (comprar un coche nuevo, ir de vacaciones, pagar los estudios…), y que entiendan que ellos deben colaborar en la consecución de los mismos. Primero controlando el gasto y, tal vez algún día, aportando parte del capital a dicho presupuesto.
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