La única ventaja de viajar en temporada alta es no tener la sensación de que uno es el único en el trabajo que no tiene vacaciones. Por lo demás, a menudo hay más inconvenientes que satisfacciones. Las mismas que podemos aprovechar si decidimos organizar nuestro viaje fuera de temporada consiguiendo de este modo unas vacaciones mucho más baratas y no menos buenas. ¿Veamos por qué?
Lo primero que debemos tener en cuenta, y aunque parezca de Perogrullo conviene señalarlo, es que las temporadas altas y bajas dependen de los destinos a los que queramos viajar y a las estaciones del año en las cuales nos encontremos. Algo obvio que afectará directamente al primer paso que debemos dar para garantizarnos un ahorro considerable, y que no es otro que la compra de billetes de avión o de cualquier otro medio de transporte. Éstos siempre varían sus precios de manera considerable en función de la demanda, que lógicamente se dispara en temporada alta. Los pasajes resultarán hasta un 50 por ciento más baratos en algunos casos si nos desplazamos fuera de temporada. Los meses de julio y agosto son siempre los más caros, y diciembre es otro periodo vacacional muy solicitado, y por tanto los precios suben en esa época. Además en los meses “bajos” se viaja más seguro, pues muy raro sería coincidir con las tan molestas “huelgas” de pilotos, controladores o personal diverso, y desde luego son menos habituales los retrasos aeroportuarios.
Por idénticos motivos, los mejores hoteles hacen siempre atractivas ofertas cuando su ocupación disminuye, por lo que podremos optar a mejores establecimientos a precios incluso más económicos que los habituales en categorías inferiores. Esa es la gran ventaja, ya que no existe una elevada demanda que justifique un alto precio, pero por prestigio los hoteles no pueden rebajar la calidad de su oferta.
Los destinos más habituales suelen ofrecer algunos puntos de interés ineludibles, que por eso los convierten en referencia cultural o paisajística. Pues bien, otra de las grandes ventajas de no visitarlos en temporada alta es que podréis acceder, ya sean museos, espectáculos o monumentos, sin tener que hacer las largas colas que se forman cuando la afluencia turística aumenta. Una ventaja colateral, sin duda, y sin implicaciones económicas, pero muy de agradecer en vacaciones.
Las reservas
Otro de los atractivos de viajar en los meses menos concurridos es la posibilidad de improvisar sobre la marcha sin miedo al overbooking, a quedarnos sin mesa en un restaurante o sin entrada en el espectáculo o en el museo solicitado, pues nunca hay problemas de reservas y, lo que aún es mejor, los precios suelen estar rebajados, pues la demanda es muy inferior.
Lo mismo que ocurrirá con el eventual alquiler de un vehículo. Siempre hay coches disponibles y, por lo general, se nos ofrecerá una clase superior al precio de uno más barato para resultar competitivos en un mercado en horas bajas.
Todo son facilidades cuando viajamos fuera de los meses de masificación turística, y además este tipo de visitas nos permitirá a menudo vivir experiencias más auténticas que cuando el lugar está abarrotado de turistas como nosotros. Incluso nos facilitará un contacto directo con los lugareños, lo cual nos acercará a su verdadera cultura y cotidianeidad de una forma más genuina.
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