Difícil resulta hoy ver o escuchar un noticiario y que no se hable de la inflación. Pero ¿qué es la inflación y cuál es su causa? Pues bien, se trata de un proceso económico provocado por el desequilibrio existente entre la producción y la demanda. Una circunstancia que provoca el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país durante un periodo de tiempo continuado, normalmente de un año, según el Diccionario de Economía de la plataforma El economista. Y de este modo, cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se adquieren menos bienes y servicios.
En otras palabras, la inflación refleja la disminución del poder adquisitivo de la moneda. Una pérdida del valor real del medio interno de intercambio y unidad de medida de una economía. Y cuando esto ocurre, el país en cuestión se empobrece.
Para poder medir el crecimiento de la inflación se utiliza un índice que refleja el crecimiento porcentual de la cesta de la compra o de la contratación de ciertos servicios. Este índice de medida es el IPC (Índice de Precios al Consumidor).
Oferta, demanda y precio de materias primas
La inflación más frecuente es la que obedece a la Ley de la oferta y la demanda. Así, si la demanda de bienes excede la capacidad de producción o importación de bienes, los precios tienden a aumentar, y se dispara la inflación. Pero también existe la llamada inflación por costes, que se genera cuando el precio de las materias primas (petróleo, energía, etc) aumenta, y ello conlleva que el productor, buscando mantener su margen de ganancia, incremente sus precios. Y esta es la inflación que padecemos de forma tan acuciante en los últimos meses, pues el incremento del precio de la luz y de los carburantes está siendo desorbitado.
La inflación remitirá cuando se equilibre el mercado. Es decir, la oferta y la demanda se reajusten. Algo que puede pasar de forma natural con el tiempo cuando las circunstancias que lo han provocado son ajenas al mercado y se normalizan. Es el caso de algún conflicto internacional con repercusiones globales. Pero por lo general, se hace necesaria la intervención de los bancos centrales, que suelen incrementar la tasa de interés de la deuda pública. De esta manera se incrementan las de los préstamos al consumo (tarjetas de crédito, hipotecas, etc). Al aumentar esas tasas de interés del consumo, se frena la demanda de productos. Una solución a menudo envenenada, pues al frenar la demanda de productos, se frena a la industria que los produce, lo cual puede llevar a un estancamiento económico y desempleo. El círculo vicioso con el que inevitablemente debe lidiar siempre la economía mundial.
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