¿Qué es el QE del Banco Central Europeo y cómo puede afectarte?

Si algo bueno nos ha traído la crisis es el incremento de la cultura financiera popular. En los últimos años, conceptos como la prima de riesgo se han hecho tan familiares como el euríbor. Ahora, es el Quantitative Easing, QE para abreviar, el que ‘amenaza’ con acoplarse junto a nosotros en el sofá.

QE (Quantitative Easing) Cetelem

La traducción al español del término, expansión cuantitativa, no arroja demasiada luz sobre su significado. En realidad el QE es la forma más técnica de explicar esa especie de milagro que sólo está en manos de los bancos centrales y que consiste en la creación de dinero nuevo. Existen numerosas metáforas sobre cómo se materializa el milagro. Algunos lo llaman apretar el botón de la fotocopiadora en las fábricas de moneda, otros hablan de hacer girar la manivela de la máquina que crea los billetes y, en EEUU, utilizan el símil de un helicóptero tirando dinero desde el cielo, debido a una comparativa que inventó el economista Miltón Friedman y popularizó Ben Bernanke antes de ser presidente de la Reserva Federal.

La realidad es mucho menos glamurosa. Los bancos centrales crean dinero comprando activos financieros que los bancos no consiguen vender: bonos respaldados por hipotecas, o deuda de empresas, títulos de deuda pública, etc. Ésta es una herramienta que las autoridades financieras sólo utilizan en casos de extrema necesidad; cuando otras opciones, como bajar los tipos de interés, no son suficientes para estimular el crecimiento de sus economías.

Es lo que ocurre en este momento en Europa. Con los tipos de interés casi nulos, la recesión está llamando a la puerta de la Unión. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, lleva meses intentando estimular el crecimiento. Ha llegado a implantar el préstamo gratis de dinero a los bancos con la condición de que trasladen ese exceso de liquidez a sus clientes a través de préstamos. Pero no lo consigue. Esas remesas de dinero gratis se distribuyen en subastas periódicas, que se conocen como LTRO. En la última, el BCE no consiguió prestar todo el dinero disponible.

Los analistas económicos consideran que Draghi no puede demorar mucho más la  aprobación de un QE, como ya hicieron al principio de la crisis EEUU, Gran Bretaña y Japón, entre otros. La gran duda es qué activos comprará para que la inyección de nuevo dinero sirva, de verdad, para poner en marcha la rueda del crecimiento. Es decir, que los bancos vuelvan a dar crédito, las familias vuelvan a consumir, las empresas tengan que contratar a gente para atender el incremento de la demanda, la disminución del desempleo anime a consumir más, las empresas se animen a invertir en proyectos de futuro, etc.

En cualquier caso, los efectos del movimiento de esa rueda virtual se verán a  largo plazo. A corto, las principales consecuencias están más cerca de la economía financiera que de la economía real.

El efecto más inmediato de un QE, como se ha podido comprobar en EEUU, es la subida de las bolsas. El chorro de dinero en efectivo que reciben los bancos va directo a la inversión que más rentabilidad les puede generar, la financiera.

Después le toca el turno a la macroeconomía. Cuando la masa de dinero en circulación aumenta, el precio disminuye. Es decir, la consecuencia casi inmediata de un QE en Europa será la caída del euro. Un euro más barato estimula las exportaciones de bienes europeos y, por tanto, beneficia a las empresas que exporten fuera de la zona euro. La noticia no es tan buena para los viajeros, a quienes les costará más irse a explorar mundo.

Y como ya saben los que tienen una idea mínima de Economía, todas las medidas tienen su cara y su cruz. Todos estos estímulos que deberían estimular el consumo y el crecimiento económico llevan aparejado el riesgo de inflación. Más demanda, más subidas de precios. De hecho, es muy probable que sea ese riesgo es el que más frene a Draghi, obligado por mandato del BCE a controlar que la inflación no supere el 2%. En cualquier caso, los expertos económicos, consideran que en estos momentos el riesgo es mínimo. La escasa demanda en Europa, unida al desplome de los precios del petróleo hace que casi de más miedo la deflación que la inflación.

Si el presidente del BCE opina lo mismo se verá con toda probabilidad en las primeras semanas de 2015.

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