Ideas para ahorrar donde menos te lo esperas (I)

Para ahorrar la mejor opción es no gastar. Una bobada de tan obvia que es, pero cierta como no hay otra, y aunque Perogrullo parezca siempre cosa de broma, la verdad es que si descartamos lo que es evidente acabamos por gastar más de lo necesario. Y las cosas no están como para derrochar ni un céntimo. Esos que sumados uno tras otro acaban arrojando cantidades nada despreciables y que podríamos retener a poco que fuéramos previsores y algo más organizados.

Fumar es perjudicial para la salud, pero tampoco es muy saludable para el bolsillo. De modo que, ya que los motivos son dobles, empecemos por aquí y hagamos un simple cálculo matemático. Si divides los 5€ que cuestan las cajetillas de muchas marcas por los veinte cigarrillos que contienen comprobaréis que cada pitillo cuesta la friolera de 0’25 céntimos, y que la mitad de los cigarros los apagamos después de dos caladas a toda prisa entre reuniones o antes de entrar a clase, por ejemplo. Y encima ahorra a nuestra costa el que pasaba por allí y nos pide un cigarrito, así, en diminutivo, que parece que sale más barato. No fumes o fuma menos; ahorrarás en dinero y en salud.

Los cajeros automáticos pueden ser un pozo sin fondo. En el mejor de los casos te da lo que es tuyo sin cobrarte comisión, pero éstas son de hasta 4’60€ si sacas dinero de redes bancarias a las que no pertenece tu tarjeta. Vale la pena andar un poco más y buscar un cajero amigo. Y por cierto, ya que hablamos de nuestras relaciones bancarias, otro gasto que puedes ahorrarte es el del correo. Si aún recibes en casa los recibos y comprobantes de los movimientos de tus cuentas mediante correo ordinario, debes saber que es un servicio que se paga y que se te carga en cuenta, cuando puedes consultarlo gratuitamente online o a través de los cajeros automáticos de tu entidad bancaria (sin comisión en este caso).

Ahorro donde menos te lo esperar

Otro gasto del que a veces no somos conscientes es el de la posición stand by o modo de espera de los muchos electrodomésticos o aparatos electrónicos que hoy en día hay en cada casa. Sólo piensen una cosa, si la máquina en cuestión tiene una sola lucecita encendida es que está enchufada. Aunque no emita ruido ni luz de ningún tipo, aunque no caliente ni enfríe, aunque no haga nada, está conectada a la corriente y, por ende, está gastando electricidad. Sumen todos los aparatos y al mes el porcentaje del gasto energético de la vivienda puede haberse ido por ahí en un 10% que podríamos habernos ahorrado.

Compartir el coche, además de una magnífica iniciativa en beneficio del medioambiente por la reducción que supone en la emisión de gases, es un ahorro considerable para el bolsillo. Sobre todo cuando el vehículo se utiliza a diario para realizar el mismo itinerario y a la misma hora que los compañeros de trabajo o los de clase. El ahorro de combustible a final de mes puede llegar a ser de la mitad o incluso mayor, si atendemos al hecho de que en un turismo pueden caber cómodamente cinco ocupantes. Basta con llevar tu coche una vez a la semana.

Y no sólo el combustible, sino que también puede acordarse el gasto comunitario de las tarifas de aparcamiento, en el caso de que sean zonas o párquines de pago.

Un taxi para cuatro personas sale a veces más barato que otros transportes públicos pagados individualmente, e incluso que el coche particular si las zonas transitadas son tarifadas y además se suma la gasolina. Es cuestión de hacer cálculos, algo poco habitual por la fama de caro que tiene el hecho de desplazarse en taxi, pero que compartido no lo es tanto en realidad.

Para acabar con la primera entrega de esta serie de ideas para ahorrar, proponemos una que llevamos siempre en el bolsillo y que a menudo no aprovechamos: las monedas. Esa “chatarra” que se acumula en los bolsillos a lo largo de la jornada, cada vez que nos dan cambio durante el día, y que por la noche llega tintineando a casa. La propuesta es la siguiente: separar todo el metal dorado del plateado. Es decir, dejar en circulación las monedas de uno y de dos euros, y retirar a un recipiente de ahorro (hucha o cajita) todas aquellas de céntimos que a simple vista son poca cosa, y cuyo destino suele acabar siendo los platitos de las propinas más por abandono y comodidad que por generosidad. Si las recogen cada día y las van acumulando comprobarán que son muchas las que reunimos al cabo de un mes o de un par de meses, e incluso les pueden sacar de más de un apuro. Seguramente llegarán sin problemas a los 30 o 40 euros al mes o incluso los rebasarán; y no es una cantidad baladí cuando el mes se hace más largo que el sueldo. Eso sí, para disfrutarlo deberán llevarlos al banco, pues los comercios no tienen obligación de aceptar pagos realizados con más de cincuenta monedas.

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