Actualmente en España las jornadas laborales estándar son de ocho horas, que semanalmente se traducen en 40 horas de trabajo distribuidas en cinco días. Pero cada vez toma más fuerza la teoría de la semana laboral de cuatro jornadas de diez horas. Una opción que actualmente cuenta con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ya que su aplicación podría revertir en beneficios económicos, medioambientales e incluso saludables. Pero no falta quien se opone, y son varios los estudios sociolaborales en este sentido. Veamos los pros y los contras más destacados de esta medida, que ya se está aplicando a modo experimental en algunas ciudades estadounidenses como Utah.
En primer lugar, conviene indicar que un primer input a nivel popular señala que a priori al 82% de los trabajadores norteamericanos consultados les parecería una magnífica medida reducir los días laborales, por lo que se trabajarían las mismas horas, pero concentradas en un día menos. Es decir, un día más de descanso.
En cuanto a los aspectos positivos según los impulsores de este nuevo sistema laboral, destacan en primer lugar el hecho de que un trabajador que descansa bien, rinde mejor; y el día extra de descanso completo resulta mucho más reparador y beneficioso en este sentido, que perjudicial en materia de cansancio el hecho de ampliar el horario laboral diario en dos horas.
Por otro lado, esta nueva distribución permitiría una mejor conciliación entre la vida laboral y familiar. Sobre todo si el tercer día libre no coincide en ambos miembros de la pareja, con lo cual pasarían a tener cuatro de libre disposición familiar para cubrir las necesidades domésticas u obligaciones cotidianas. Y recordemos que un trabajador feliz y satisfecho rinde más y multiplica su creatividad.
Ventajas económicas de las semanas laborales de 4 jornadas
Respecto a las ventajas económicas, los estudios realizados señalan que un fin de semana de tres días repercutiría en un notable ahorro energético, pues se dejan de encender las luces de las oficinas, no se usan ascensores ni ordenadores, ni se enciende la calefacción o el aire acondicionado de los despachos. Un enorme ahorro concentrado en el viernes, que afectarían tanto a las administraciones públicas como a las empresas privadas, y que no solo revierte en beneficio del gasto económico sino también en los recursos medioambientales.
Y además, en la misma línea de ventajas ecológicas, los trabajadores pasarían un 20% menos de su tiempo semanal al volante de sus vehículos en las carreteras y autopistas de camino a sus lugares de trabajo y de vuelta a casa.
Desde la Organización Internacional del Trabajo señalan además que las semanas más cortas motivan a los trabajadores, disminuyen el absentismo, reducen el riesgo de errores y accidentes y combaten el cambio de empleo. Sería, por lo tanto, una medida tan positiva para los trabajadores como para las empresas.
Inconvenientes de las semanas reducidas
Pero no todo el mundo está de acuerdo con la reducción de días laborales. Varios estudios científicos, como el de la universidad estatal de Ohio, apuntan que la solución no va tanto en la dirección de reducir los días de trabajo semanales, como en la de que disminuyan las horas, pues consideran que las largas jornadas laborales (que ahora se incrementarían en dos horas) generan más estrés que el cómputo de días semanales.
Según este estudio, el cansancio de una jornada más larga hace disminuir la concentración y la habilidad, aumentando hasta en un 37% el riesgo de sufrir un accidente laboral. Además, el estrés y la ansiedad son el umbral de otras muchas patologías. De modo que desaconsejan la idea de concentrar las cuarenta horas semanales en tan solo cuatro días de trabajo.
Posturas enfrentadas, por tanto, respecto a la idoneidad de esta restructuración del laboral. Y el posible consenso tiene difícil solución, ya que solo la reducción de días laborales y también de horas diarias de trabajo satisfaría a ambas partes, y todo lo que fuera reducir las 40 horas semanales parece que afectaría a la productividad de un modo que no sería aceptable para el sistema económico en general. La conciliación de ambas posturas es la asignatura pendiente.
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