¿Mercado secundario? Si eres de los que sale corriendo cada vez que escucha un término financiero que suena a complicado, deberías saber que utilizar la técnica del avestruz en economía no funciona. Intentar ignorar la realidad en ese arduo campo no evita que lo que en él ocurre impacte en tu vida diaria y en tus finanzas personales.
En el caso de los mercados secundarios no podrás hacer nada para evitar que sus vaivenes impacten de lleno en tus finanzas personales, pero conocerlos y saber cómo funcionan sí será útil para estar convenientemente pertrechado para sus consecuencias.
Entender el concepto de un mercado secundario es fácil, lo complicado es saber cómo funcionan. Pero vayamos por partes.
En finanzas, como en el comercio tradicional, el mercado secundario es aquel que se organiza para revender lo que otros pusieron a la venta originalmente. O sea, lo que popularmente se conoce como mercado de segunda mano.
Por ejemplo, un Estado emite títulos de deuda pública para financiarse. La primera vez que lo hace esos títulos suelen ser comprados, al menos en gran parte, por entidades financieras y grandes fondos de inversión. Ese proceso estaría enmarcado en un mercado primario. Lo mismo ocurre cuando una empresa decide salir a bolsa y venderse por “trocitos” llamados acciones.
Los bancos, los fondos de inversión y los particulares que compraron por primera vez esos títulos de deuda pública o esas acciones a su vez vuelven a ponerlos a la venta para que otras entidades más pequeñas e inversores particulares puedan comprarlos. Eso sería el mercado secundario.
Los mercados secundarios son tan legales y tan regulados como los mercados primarios. En España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (organismo encargado de regular la actividad en todos mercados de valores) identifica como principales mercados secundarios:
- Las Bolsas de Valores
- El Mercado de Deuda Pública en Anotaciones
- Los Mercados de Futuros y Opciones (cualquiera que sea el tipo de activo subyacente, financiero o no financiero)
- El Mercado de Renta Fija (AIAF)
Los apasionados de las finanzas aseguran que los mercados secundarios son una excelente herramienta de la Economía para ofrecer liquidez al sistema. En ellos, los precios se fijan en función de la oferta y la demanda, por lo que el mercado «que siempre tiene la razón» fija «siempre» el precio adecuado. Aunque no todo el mundo tiene tan clara esta infalibilidad.
Las consecuencias primarias del mercado secundario
Lo que está más que comprobado es que, lo que en ellos ocurre tiene consecuencias reales en empresas, Estados e incluso en los ciudadanos. Si las acciones de una empresa se desploman es fácil que algún directivo tenga que asumir consecuencias y, si la situación se mantiene en el tiempo, condicione las políticas de la compañía hasta provocar, en situaciones extremas, despidos de personal, etc.
Algo similar puede ocurrir en un Estado. Sin ir más lejos, es lo que le ocurrió a España entre 2011 y 2012. Los inversores internacionales huían como de la pólvora de este país y la falta de demanda en el mercado secundario disparó el precio de los bonos españoles. El Estado tuvo que gastar mucho más para financiarse, en el mercado primario. Es decir, cuando emitía deuda pública tenía que pagar más intereses para que fuese comprada, lo que derivó en duras políticas de ajuste cuyas consecuencias ha sufrido toda la población española.
Esto demuestra que, a pesar de ese adjetivo de secundario, estos mercados tienen, casi siempre, mucho más poder que el mercado primario puesto que lo que en ellos ocurre, condiciona tanto los precios del mercado primario como las decisiones en Estados y empresas cuyos títulos son negociados.
Y sus consecuencias repercuten en el resto de actores de la economía no siempre de forma justa. Y es que a veces la falta de demanda amplifica la distorsión de los precios sin que eso signifique que la empresa o el país emisor de los títulos tenga, en principio, problemas. Pero como las profecías autocumplidas, poca demanda y altos tipos de interés se transforman en problemas irremediablemente.
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