El pasado año, durante mi estancia en Reino Unido, me llamó la atención la variedad de tarjetas de crédito y productos asociados de crédito que uno puede encontrar en aquel país, así como la forma tan diferente que tienen los británicos de gestionarlos. Decidí entonces que escribiría un artículo sobre este tema, incluyendo algunos consejos basados en mis propias experiencias.
Como en tantas otras facetas de la vida, la sensatez resulta un elemento fundamental para gestionar un medio de pago tan sencillo, cómodo y rápido de utilizar como son las tarjetas de débito/crédito/compra. Estas cualidades del dinero de plástico, así como la relativa facilidad con que podemos obtenerlo, nos proporcionan una sensación de riqueza que, en algunas ocasiones, puede conducirnos a situaciones financieras un poco comprometidas.
Sin embargo, con la sensatez no basta. Gestionar el dinero de plástico, tan necesario en el mundo actual, es una habilidad que puede y debe aprenderse, ya desde jóvenes, tal y como apuntaba en mi artículo sobre la educación financiera de niños y adolescentes. He aquí algunos consejos para asegurarnos la salud financiera, cumplir con ellos solo requiere voluntad y determinación. Tal vez les resulten demasiado obvios y simples, pero mi experiencia me confirma todo lo contrario. Es más, acaban resultando esenciales en los difíciles tiempos que corren.
1. Mantén un número de tarjetas de crédito que económicamente puedas asumir:
Empecemos por gestionar una tarjeta de débito con un límite de gasto fijo que podamos pagar sin problemas.
Si nos manejamos bien con ella, podemos añadir tarjetas de crédito destinadas a imprevistos o para aquellas compras que excedan nuestra capacidad financiera. Asesorémonos debidamente al respecto: hay tarjetas adecuadas para cada necesidad y perfil de consumo.
En este sentido, valoremos la posibilidad de disponer tarjetas de compra (asociadas a supermercados, grandes almacenes, tiendas de moda, financiación de adquisiciones, etc.). No acumulemos excesivos saldos a crédito, que se sumarán a los del resto de productos financieros.
Y llevemos un control riguroso: nuestros ingresos pueden retrasarse, pero los recibos nunca lo harán. Si dejamos de pagar, pagaremos más.
Los criterios básicos para elegir una tarjeta son: que sea gratuita (o con bajo coste de mantenimiento y de renovación), con un tipo de interés lo más reducido posible (para el crédito) y bajas comisiones por descubierto. Recurramos por tanto al clásico “busque, pregunte, compare”, y tengamos siempre claras todas las condiciones asociadas y los costes incorporados.
Consulte siempre a su entidad si tiene dudas. Una comunicación directa y transparente resulta esencial.
2. Trata de no utilizar una tarjeta de crédito para pagar las deudas de otras:
Ni tampoco debemos acumular nuevas tarjetas cuando hayamos agotado completamente el saldo de las existentes.
Si agotamos el saldo de nuestras tarjetas, debemos dejar de gastar, cubrir el déficit con ahorros, o pedir ayuda. Antes que nada, contactemos con nuestra entidad. Y luego repasemos de nuevo el primer mandamiento.
3. No incrementes tu límite crediticio si no estás seguro de poder asumirlo:
Si nos manejamos confortablemente con el límite actual, piensa bien si necesitas aumentarlo. Puede ser que acabes siendo menos disciplinado y pagues más.
4. Guarda los recibos y controla el gasto:
Seamos responsables desde el principio. Debemos anotar y comprobar todos los recibos. Una hoja de cálculo o un simple cuaderno nos ayudarán a ello. Huelga insistir en ello, pero debemos asegurarnos de tener dinero suficiente para hacer frente a esos cargos.
Si no es así, repasemos de nuevo el primer mandamiento.
5. No ignores tus problemas:
Lo peor que podemos hacer cuando tenemos dificultades para gestionar y pagar la deuda generada con nuestras tarjetas es ignorar el problema. La patada hacia adelante regresará más tarde. Hay que detenerse, pensar, contabilizar y efectuar un control de daños. El primer paso para encontrar una solución es ponerse a trabajar en ella.
En primer lugar, tenemos que dejar de utilizar las tarjetas y contactar con nuestra entidad o entidades financieras. Seamos transparentes y negociemos alternativas. Por supuesto, reduzcamos gastos y tratemos de incrementar ingresos. Y si el problema persiste, pidamos ayuda familiar o profesional.
Para concluir, recordemos que el dinero de plástico es un medio de pago que nos ayuda a hacer más sencillas nuestras compras y a diferir ciertos gastos y cubrir imprevistos, pero nuestro estatus socioeconómico no cambia una vez que disponemos de una o más tarjetas de crédito. Sé responsable cada vez que las utilices. Estás pidiendo prestado un dinero que luego hay que devolver. Los errores que al respecto podamos evitar hoy tendrán sin duda un impacto positivo en nuestro mañana financiero.
Sebastián Puig Soler
Analista, escritor y conferenciante
Escribe habitualmente en su blog “Esto Va de Lentejas”
Puedes seguirlo en Twitter en @Lentejitas
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