Recuperando el «crédito»

Quienes me conocen y me leen, saben que soy un apasionado del lenguaje. Emplearlo con propiedad resulta básico tanto en economía como en el resto de facetas de la vida. Decir las cosas de manera sencilla, clara y comprensible debería ser siempre uno de nuestros objetivos cotidianos. Cuando no es así, perdemos el rumbo y la credibilidad: la concreción desaparece, las órbitas de la verdad se convierten en nubes borrascosas, y una cosa y su contraria resultan posibles.

Hay una palabra que hemos estado escuchando y leyendo repetidamente desde el estallido de la crisis financiera: crédito. Su crecimiento desmedido se ha considerado una de las causas fundamentales de dicha crisis y su extrema carencia uno de los motivos clave por los que nuestra economía no acaba de remontar.

“Crédito”, en su primera y técnica acepción, significa la “cantidad de dinero, o cosa equivalente, que alguien debe a una persona o entidad, y que el acreedor tiene derecho de exigir y cobrar”. También se define como “apoyo, abono, comprobación”, y “reputación, fama o autoridad”. Finalmente, hablamos de crédito como una “situación económica o condiciones morales que facultan a una persona o entidad para obtener de otra fondos o mercancías”, y decimos que alguien goza de crédito cuando “cumplirá puntualmente los compromisos que contraiga”.

Este breve repaso léxico nos explica por sí solo mucho de lo que está ocurriendo y también nos muestra la única solución viable: recuperar cuanto antes todos los tipos de crédito mencionados, esto es:

  • Recuperar el flujo de crédito financiero para que la economía real vuelva a coger músculo a través de empresas y familias. Un crédito sustentado en criterios de responsabilidad corporativa, profesionalidad en la gestión, transparencia informativa y equidad contractual.
  • Recuperar el crédito de las instituciones y empresas financieras, que deben seguir jugando en la sociedad ese papel clave de intermediación para el desarrollo económico, canalizador de recursos desde los ahorradores hacia las unidades de gasto.  Pero no pueden hacerlo por más tiempo amañando las reglas de un juego financiero que, ante todo, debe ser justo para todos los intervinientes. Adam Smith lo expuso cristalino hace casi tres siglos: «la justicia es el pilar que sustenta todo este edificio».
  • Recuperar nuestro crédito como personas dignas de confianza per se, que hacen buenas las dos reglas de oro clásicas en el trato (no sólo económico) entre dos partes: “dictum meum pactum” (mi palabra es mi contrato) y la subsiguiente “pacta sunt servanda” (lo pactado obliga).  Normas de buen proceder que se han ido esfumando del panorama económico y que sólo regresarán si asumimos nuestros deberes éticos y morales.

De tales cuestiones y otras más escribiré durante las próximas semanas, tratando de conformar un espacio común de conocimiento, aprendizaje y desarrollo de buenas prácticas.  Les animo desde ya a compartir, comentar y difundir, actividades que constituyen sin duda la mejor manera (si acaso no la única) de mejorar en lo personal y colectivo. Hasta entonces, un cordial saludo.

Sebastián Puig Soler
Analista, escritor y conferenciante
Escribe habitualmente en su blog “Esto Va de Lentejas”
Puedes seguirlo en Twitter en @Lentejitas

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