Muchas cosas están cambiando en los últimos tiempos en el sector económico, y una de ellas empieza a ser evidente y trascendental a niveles prácticos. Internet está haciendo mella en las dinámicas financieras de los bancos y de los ciudadanos, y a causa de la operatividad online las entidades financieras están reduciendo de manera significativa el número de cajeros automáticos al servicio del ciudadano. ¿Es este el principio del fin del dinero en metálico?
La estrategia viene de lejos. No es la primera vez que se dice que el objetivo último es la desaparición del dinero físico en favor de las finanzas digitales. El adiós definitivo a las monedas y billetes en los bolsillos. Pero la pandemia ha acelerado el proceso, y los primeros efectos de esta tendencia financiera empiezan a notarse. El auge de las tarjetas y del pago a través de los móviles, que se ha vivido en el último año en detrimento del uso de la moneda con la intención de evitar los contactos, ha tenido un efecto colateral evidente: la disminución en las calles del número de cajeros automáticos. La gente cada vez saca menos dinero en efectivo, y por ello los bancos retiran los terminales, que tienen un coste que ya consideran excesivo e innecesario, dada la reducción de su uso.
Ha habido además un intenso cierre de sucursales, con los irremediables despidos de personal, provocado por la crisis. Aunque el proceso ya se había iniciado antes con las diferentes estrategias macro-financieras de fusión de bancos y cajas de ahorros. Y eso también ha afectado a la existencia de los cajeros automáticos, ya que la mayoría de ellos estaban instalados en las fachadas de las oficinas bancarias.
Banca online
Las entidades pretenden fomentar la actividad online de sus clientes. De este modo, los trabajadores de las oficinas pueden dedicarse a otras labores, relacionadas con la venta de fondos de inversión u otros servicios complementarios. Y aunque los cajeros también ofrecían la posibilidad de llevar a cabo un sinfín de transacciones básicas sin tener que acudir a los empleados, lo cierto es que éstos terminales conllevan trabajo y gastos, como el de recarga de dinero, el mantenimiento tecnológico o el consumo eléctrico, y por ello son cada vez menos rentables para la banca. Sobre todo los cajeros instalados en fachadas a pie de calle, que están gravados con un impuesto especial.
Así, en la actualidad el número de cajeros disponibles en las calles españolas es de apenas 49.800. Entre 2016 y 2020, sobre todo a partir del estallido de la crisis del coronavirus, se ha reducido en unos 600 el número de terminales a disposición del público, bajando así del umbral de los 50.000.
Y no parece que la tendencia vaya a cambiar, pues los hábitos comerciales de los españoles se han modificado durante la pandemia. Las operaciones con tarjetas se han disparado en los meses de la Covid-19, al tiempo que se han reducido las retiradas de dinero de los cajeros. Según las últimas cifras, las transacciones con plásticos de crédito o débito han crecido en número un 16% y en importe un 9%, a pesar de la menor actividad del consumo por las restricciones, mientras que las retiradas de efectivo han bajado un 26 y un 15%, respectivamente.
Al apostar decididamente por esta nueva tendencia, los bancos están atrayendo cada vez más comercios que instalan los terminales punto de venta (TPV-datáfonos), que son esenciales para que los clientes abonen con tarjeta o el móvil sus compras. Estos aparatos han aumentado y superan ya los 2 millones.
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