El extraño caso de las agencias de rating

«Standard & Poor’s le quita la’ triple A’ a España». Recuerdo como si fuera ayer las caras de pánico de mis compañeros cuando se conoció esta noticia, allá por 2009. Trabajábamos en la sección de economía de un periódico, que ya no existe, y revolucionamos a toda la redacción con el griterio que montamos. El resto de colegas de otras secciones nos miraba, primero alucinados y luego, incluso, molestos. ¿Cómo era posible que esa cosa rara de la que hablaban los de Economía fuera a ser la portada del día siguiente?

agencias rating

A ellos lo de las agencias de rating les sonaba a chino. Con los años y a golpe de crisis fueron familiarizándose, como el resto de españoles, con Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Las tres agencias que se reparten más del 90% el mercado mundial. Las mismas que desde 2009 coparon portadas a base de bajar una y otra vez la calificación de la deuda de muchos países, sobre todo europeos, con pésimas consecuencias para sus economías. ¿ o bajaban la nota porque la economía ya estaba en pésimas condiciones?

En contra de lo sucedido con la prima de riesgo, las explicaciones de los periodistas sobre lo que son, cómo actúan y por qué tienen tanto poder las agencias de rating no han sido suficientes para incorporarlas a la vida cotidiana. De ellas apenas se tiene la idea que son las malas de la película, que castigan a los países cuando están débiles. Ni las recientes subidas de notas, ni algunos cambios de gestión acometidos han sido suficientes para devolverles ni el protagonismo, ni la credibilidad que perdieron. Y, por supuesto, siguen siendo una gran incógnita para la mayoría.

¿Quiénes son y qué hacen estas empresas? ¿Está justificada su mala fama? ¿Hay un antes y un después de la crisis en ellas?

Vayamos por partes. Una agencia de rating es una empresa privada cuyo trabajo es analizar la solvencia de instituciones, países, emisiones de deuda, todo tipo de productos financieros. Sus notas, teóricamente, son como un sello de calidad, ante el riesgo de impago. Se emiten a través de un complicado código de letras y números. Tres Aes (AAA) es el super sobre saliente para S&P y Fitch. Moody’s prefiere las minúsculas y (aaa) es su máxima calificación.  Las notas van decreciendo hasta C y D. Como se puede ver en este link. Además, se combinan con números y signos que indican si habrá o no una revisión cercana, si está en vigilancia negativa o, por el contrario, su calificación es estable.

Demasiado complejo. La única clave para los externos es el escalón B+. Pasado ese umbral el analizado entra en, lo que se denomina, bono basura. Es decir, el riesgo de impago puede estar a la vuelta de la esquina.

Existen centenares de empresas de rating por todo el mundo. Pero solo las tres mencionadas anteriormente son capaces de hacer análisis multinacionales y, por ello tienen copado casi la totalidad del mercado. Podría decirse que son las de mayor prestigio, si no fuera porque esa palabra está casi reñida con ellas.  Su existencia se remonta a los primeros años del siglo XX. Su poder, en realidad, se lo otorgaron los bancos centrales tras la crisis de 1929. La Reserva Federal de EEUU, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, etc exigen que todas las emisiones y gestiones financieras de deuda estén avaladas, al menos, por dos de las grandes.

Hasta el estallido de la crisis nadie, ajeno al sector financiero, había reparado ellas. Pero cuando cae Lehman Brother se desata la veda. El coloso financiero había conseguido mantener la máxima calificación hasta apenas tres días antes de su derrumbe. Error o falta de previsión son calificativos demasiado cándidos para definir esta situación.

Desde entonces, las críticas arreciaron desde todos los niveles económicos y políticos. Se les acusó de no predecir la crisis, ayudar a los bancos a diseñar las explosivos derivados que infectaron todo el sistema financiero;  incurrir en conflicto de intereses por calificar a empresas de sus propias corporaciones. E Incluso, atacar la soberanía económica de los países.

Estados Unidos abrió una comisión en el Congreso para dilucidar su implicación en la crisis financiera.  Los reguladores de la Unión Europea detectaron «deficiencias» en su forma de calificar la deuda de los estados, y les llegaron a amenazar con fuertes multas.

Mucho ruido, pero pocas nueces. Durante todo este tiempo las agencias han aguantado estoicamente la críticas. Se han defendido enarbolando el argumento de que lo que emiten son opiniones. Y apenas han aceptado dar parte de la información, antes era totalmente oculta, sobre los procedimientos que utilizan para dirimir sus calificaciones.

Por lo demás, todo sigue igual. El tema es digno de convertirse en caso de estudio de las escuelas de negocio. ¿Qué empresa con tantos errores a sus espaldas, sometida a criticas tan feroces, incluso de los poderes fácticos y políticos es capaz de aguantar el chaparrón y seguir funcionando, sin apenas cambios y sin sanciones de peso?

No me extraña que los que no saben de economía no entiendan nada. Los que tenemos algo de idea, somos incapaces de explicarlo. Al menos yo.

Pilar Blázquez
Periodista especializada en Economía
Puedes seguirla en Twitter en @praxagora21

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