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La economía en el cine… «Tenemos que hablar»

Cartel de la película "Tenemos que hablar"La burbuja inmobiliaria, las preferentes, el Fórum Filatélico – que “¿cómo va a ser un timo si lo escriben en latín?” (sic)-, y otras lindezas del fallido y corrompido sistema financiero que nos arrastró al pozo económico donde hemos habitado estos últimos años, son el punto de partida de esta comedia romántica que pretende bregar con los daños colaterales de la crisis pasándolos por el filtro de la parodia y la frivolidad. Y al final para nada. Son meras excusas para dibujar un escenario deprimido, pero por motivos sentimentales. Los económicos son poco más que un telón de fondo que sirve para acentuar la decadencia de los personajes, que siempre parecen más tristes si, además del corazón, también tienen roto el bolsillo. Pues ya se sabe aquello de que las penas con pan son menos.

El guion urde un enredo bastante tontorrón e inconsistente. Vodevilesco a ratos, atropellado casi siempre. Con humor chistoso en boca de cómico, y situaciones muy forzadas y nada ingeniosas, que nunca sorprenden, aunque tampoco sería justo decir que aburren, porque todo fluye con ligereza y levedad hacía la nada. Como los chistes malos, que aunque hagan reír siguen siendo malos, aunque precisamente por eso hay quien los considera buenos. Quizás alguien diga lo mismo de Tenemos que hablar. Hugo Silva, tal vez, pues es el único que parece sentirse cómodo con su personaje. A parte de Ernesto Sevilla, que hace siempre de Ernesto Sevilla, y nunca abandona su particular Club de la comedia. El resto cumple con su cometido con más inercia que ganas, y esa acaba siendo la dinámica que mueve el film, pura rutina narrativa. Nada nuevo en la filmografía de David Serrano si recuerdan Días de fútbol y Días de cine.

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