Crítica de Caza al Asesino: estéril soflama antisistema

Cartel de "Caza al asesino"

Caza al asesino, una estéril soflama antisistema en clave de thriller de denuncia, que apunta a las multinacionales financieras y sus políticas de explotación en el tercer mundo.

Siempre he pesando que es un mal síntoma cuando uno empieza a pensar en otras cosas durante una proyección. Aunque esas cosas sean otras películas que te vienen a la mente a colación de la que estás viendo, bien sea por sus similitudes o por el más inoperante quiero y no puedo, pues en ambos casos ocurre porque el film en cuestión no ha sabido captar nuestra atención y mucho menos nuestro interés. Y frente a la pantalla donde acontecía lánguida y aburrida, convencional y previsible, esta mal traducida Caza al asesino (The gunman), yo pensaba en Diamantes de sangre, en El Jardinero fiel e incluso en La intérprete (aunque solo fuera por Sean Penn), y todas ellas son mejores que la cinta que nos ocupa. Un simulacro de thriller comprometido con las denuncias solidarias frente a los abusos multinacionales y la crítica política y socio-económica internacional, con vocación de soflama antisistema y rotunda reivindicación humanitaria, pero que se construye desde la más elemental pataleta ideológica, sin la menor densidad dramática, sin convicción narrativa y echando mano de cuanto tópico se cruzó en el camino de los guionistas durante la redacción del panfleto. Tres nada menos, y entre ellos el mismo Sean Penn, que debería sonrojarse ante el personaje hipervitaminado que se ha diseñado para un lucimiento anatómico más propio de otras pseudoestrellas entregadas al mamporro, que a un gran intérprete como es su caso; otrora lúcido adalid de causas justas (y a menudo perdidas), pero tratadas desde el rigor y el juicio.

Y no solo es que la película sea simplona e ingenua en su contenido crítico y el retrato socio-político de la denigrante y abusiva globalización financiera, sino que cinematográficamente cae de manera constante en el ridículo, hasta llegar a uno de los clímax de acción más involuntariamente cómicos que se recuerdan. El tiroteo final en montaje paralelo con una corrida de toros… ¡en Barcelona! Bochornoso.

 

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