El día 17 de octubre de cada año se celebra el Día Internacional por la erradicación de la pobreza en el mundo. Una conmemoración que va más allá de la evidencia colectiva de un deseo solidario, y que exige esfuerzos y acciones concretas de todos los gobiernos y organizaciones internacionales respetuosas con los Derechos Humanos.
Este día se celebra desde el 17 de octubre de 1987, y conmemora que ese mismo día, pero en 1948, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por eso, y con motivo de la efeméride, Joseph Wresinski convocó en el mismo lugar, en la plaza del Trocadero, en París, a más de cien mil personas para proclamar que la pobreza es una violación de los derechos humanos, y que era una exigencia y una necesidad aunar esfuerzos para garantizar su erradicación. No obstante, no fue hasta marzo de 1993 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas decreto el 17 de octubre como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.
Estos principios e intenciones están inscritos en una losa conmemorativa que se descubrió aquel día en París, y de la que se han hecho replicas en otras partes del mundo, incluida una ubicada en el jardín de la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Desde entonces, personas de toda condición, creencia y origen social se reúnen cada año ante estas placas para renovar su compromiso y mostrar su solidaridad con los pobres.
Y uno de esos principios, tal vez el más determinante, es el que pide la plena participación de los pobres, especialmente en las decisiones que afectan a sus vidas y a sus comunidades. Su parecer debe ocupar un lugar central en las políticas y en las estrategias para un futuro sostenible. De este modo, podemos garantizar que nuestro planeta y nuestras sociedades presentes y futuras respondan a las necesidades y a las aspiraciones reales de todas las personas, y no solamente a las de algunos privilegiados..
Resolución de Naciones Unidas
En la misma resolución de las Naciones Unidas se invita a los Estados a que dediquen el Día a presentar y promover, según proceda en el contexto nacional, actividades concretas de erradicación de la pobreza y la indigencia. E invita igualmente a las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales (ONGs) a que ayuden a los Estados, cuando estos lo soliciten, a organizar actividades nacionales para la conmemoración del Día, y que esta sea lo más provechosa posible.
Obviamente la efeméride no deja de ser un gesto puntual, que de nada sirve si no se exige el compromiso global de una erradicación inmediata y total de la violación de los derechos humanos, entre los que se haya la situación no resuelta de la pobreza.
Y es que, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a nivel mundial, más de 800 millones de personas aún viven con menos de 1’5 dólares al día, y muchos carecen de acceso a alimentos, agua potable y saneamiento adecuados.
«En un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza”, reza el prefacio del informe. Una obviedad dramática hasta ahora sin remedio.