«Sucesión», una serie con linaje financiero

La vida de los ricos ha sido siempre un atractivo mediático. El dinero y el morbo mueven montañas, y ver sufrir a los privilegiados, a quienes aparentemente lo tienen todo, es una fuente enfermiza de entretenimiento, donde se combina la envidia y una acomplejada perspectiva de la justicia social. O sea, aquello de que los ricos también lloran, y su llanto nos satisface y nos hace un poco menos pobres, aunque tal vez más miserables. Sucesión es una de esas series sobre linajes financieros, familias multimillonarias marcadas por la ambición, las envidias, las frustraciones y las traiciones. Otro Dallas o Falcon Crest, pero adaptada al Wall Street contemporáneo.

Una serie sobre magnates financieros

Un producto muy sólido, diseñado en las entrañas productivas de la HBO, con intención de sacarle partido dramático a las sagas familiares que tan populares son entre el gran público, y que dan pie a larguísimas franquicias catódicas. Otra cosa es que, y parece ser el caso, se conciban con cierto rigor creativo y se contextualicen con sensatez en el entorno financiero, otorgando al producto una cierta credibilidad pese a los laberintos emocionales y las triquiñuelas empresariales que marcan el proceder de los personajes. Es decir, que Sucesión apuesta por la calidad, pese a encuadrarse en el subgénero del culebrón por excelencia. Algo que se aprecia en la solvencia del reparto, cuidadosamente escogido para dotar la serie de un cierto grado de “qualité”. Con el Shakespeariano Brian Cox en el pedestal del patriarca y la israelí Hiam Abbass como la intrigante madrastra.

Una interesantísima saga, que ahora ofrece su segunda temporada, y que sin dejar la jerga financiera, que envuelve todos los conflictos de la trama, se centra en la incompatibilidad del amor, el respeto y la ambición desmedida de esas personas emparentadas tanto con sus familiares como con el dinero. Puede verse en la plataforma HBO.

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