Qué el dinero nos cambia, nos condiciona, nos hace y nos deshace es una obviedad. Nadie ni nada es lo mismo con o sin dinero, en la pobreza o en la riqueza. Y por eso nuestro patrimonio es algo más que una pertenencia, es aquello que nos caracteriza, que nos perfila y define como personas sociales; de ahí que el fenómeno sea digno de estudio y que, incluso, exista el denominado complejo de dinero, que afecta a las personas y a las relaciones humanas establecidas entre ellas. Un hecho sociológico, casi patológico, que inspiró la novela Der Geldkomplex de la escritora Franziska Von Reventlow, y que ahora se ha traducido en película: El complejo de dinero, de Juan Rodrigáñez.
Un film poco o nada convencional, que escapa de la narrativa y la lógica clásicas para experimentar de forma libérrima con lo que sería una crónica social irreverente desde una perspectiva socioeconómica, y estrambótica desde una óptica fílmica, pues no acata, de hecho rechaza, las maneras narrativas habituales. No es cine de consumo ni para paladares populares, pero sin duda se trata de una rareza a tener en cuenta. La cual, probablemente, nunca llegará a estrenarse en los circuitos comerciales de exhibición, pese a su aceptable recepción en varios festivales y foros cinéfilos.
Esta es la sinopsis del film: Acompañado de su novia alemana, Rafael regresa a España, a la finca que tiene su familia, para anunciar a todos sus planes de boda. Será entonces cuando conozca a los mejores amigos de su padre: Francisca, Henry, Lucas y Domingo, todos ellos víctimas de un complejo de dinero. Y es que, el poder del dinero posee virtudes y también defectos. No sólo determina las relaciones humanas, sino que es la materia de ellas mismas.
Sin caras conocidas en el reparto, ya que El complejo de dinero ha sido interpretada por un grupo de actores procedentes de la danza contemporánea y encabezados por Gianfranco Poddighe .
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